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Pablo Iglesias no es nadie, ni tiene legitimidad alguna, para ir repartiendo carnés de demócratas a los demás.

Radio Internacional / 4 diciembre, 2018
con Federico Quevedo

Pablo Iglesias no es nadie, ni tiene legitimidad alguna, para ir repartiendo carnés de demócratas a los demás. Les voy decir algo antes de continuar, para que no quepa ninguna duda: para mi VOX es un partido de ultraderecha, al cual no daré nunca mi voto. Ahora bien, eso no significa que VOX sea un partido antidemocrático, o al menos no es menos democrático que otros partidos.

¿O es que por proponer la supresión de las autonomías, medida que en absoluto comparto, es más antidemocrático que decir que se va a acabar con el régimen del 78 o exigir un referéndum para abolir la monarquía?

¿O es que aceptar los votos de VOX es más tóxico que aceptar los votos de quienes han desafiado al Estado de Derecho y obligaron al Gobierno a aplicar el artículo 155 de la Constitución con el apoyo del PSOE?

 

Además, la izquierda debería tener presente que buena parte del voto de VOX proviene precisamente de sus filas, porque se trata de un voto desencantado con una izquierda que no ha sido capaz de responder a las demandas de una clase trabajadora que se ha sentido abandonada por quienes les prometieron el cielo… ¿se acuerdan? Para sumar 400.000 votos en Andalucía, hay que pescar en todos los caladeros, no solo en los del PP y Ciudadanos, partido que además ha tenido una subida espectacular.

A mi VOX me inquieta, lo digo sinceramente. Me inquieta ver como entran en las instituciones, me inquieta que puedan salir adelante algunas de sus propuesta de contenido social, como lo que se refiere a la violencia de género o a los colectivos LGTB, me inquietan sus propuestas sobre inmigración en un país que siempre se ha caracterizado por su un lugar de acogida. Pero esos propuestas, muy parecidas a las que llevan en sus programas otros partidos de ultraderecha en Europa, son tan legítimas como las de aquellos que propugnan acabar con la monarquía o separar una región del conjunto de España.

Si se es demócrata, hay que ser para todo, incluso para aceptar lo que no nos gusta. Otra cosa es que VOX propusiera acabar con la democracia y todo lo que ello conlleva -ilegalización de todos los partidos políticos, ideología única, poder absoluto concentrado en una persona y un partido…-, porque eso sí es fascismo. Y hay que empezar a situar las cosas donde deben estar. Hoy por hoy, mal que le pese a Pablo Iglesias, VOX no es un partido fascista. Si lo fuera, habría que ilegalizarlo, igual que se ilegalizó Batasuna porque apoyaba un movimiento fascista como era ETA, que además imponía sus tesis con la violencia y el asesinato.

Quienes ahora gobiernan con el apoyo, legítimo por supuesto, de los herederos de aquella Batasuna, no pueden rasgarse las vestiduras porque el partido en el que milita Ortega Lara preste su apoyo a un Gobierno de centro derecha para desbancar del poder al PSOE. Insisto, a mi no me gusta, no les votaré nunca, me tendrán enfrente en algunas de sus propuestas, pero respetaré y defenderé su derecho a estar ahí, al igual que defiendo y respeto el derecho de otros a estar también ahí. Dicho queda.

Fuente Foto: El Confidencial

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