Odio las etiquetas. Lo he dicho en multitud de ocasiones y lo he convertido, además, en el lema de este espacio que conduzco entre las nueve y las once de la noche. No me gusta el periodismo de etiquetas, no me gusta que a los periodistas se nos circunscriba en función de una determinada ideología, no me gusta que se nos identifique con unas siglas ni que se nos obligue -como ocurre, de hecho, en algunas tertulias de televisión- a defender determinados argumentos.
Seguramente, en ese sentido, yo no sea nada políticamente correcto, y quizás por eso, después de mi editorial de ayer, haya habido gente que me ha dicho aquello de “quien le ha visto y quién le ve, señor Quevedo”.
No me importa. Al contrario, casi prefiero que sea así, porque me permite defender mi independencia y, sobre todo, mi neutralidad ante ciertos asuntos. Vivimos una época que se caracteriza por la superficialidad de los debates, la simpleza de los argumentos, y la visceralidad de la opiniones. O se está con alguien, o contra ese alguien. No valen los espacios intermedios, no cuenta el derecho a discrepar de unos y de otros, a mantener una opinión propia, a intentar profundizar en las razones que llevan a defender una determinada posición. Esto se observa de manera muy clara en los argumentarios de los partidos… El PP y Ciudadanos han decidido que el Gobierno de Pedro Sánchez se descompone y que es necesario convocar elecciones ya, y el Gobierno, por su parte, les acusa de estar detrás de la campaña de acoso y chantaje a la que se está viendo sometido, sin tener ninguna prueba real de que esto sea así.
Y esas posiciones maximalistas se defienden en las tertulias por unos y por otros como si a los periodistas que representan esas posiciones les fuera la vida en ello. Pero se obvia el debate de fondo, la verdadera razón de ser de la alternancia en política, que no depende de si tal o cual líder ha hecho un master o ha plagiado una tesis, sino de si sus planteamientos políticos son los que el país necesita para solucionar los problemas reales, no los imaginarios. Eso significa que a aquellos que intentamos introducir algo de sentido común, de buscar puntos de encuentro, de acercar posiciones, se nos margina y se nos expulsa del debate público porque no interesa otra cosa que no sea la confrontación.
Pues bien, yo no quiero caer en esa táctica, no es es la filosofía de este programa ni la práctica en la que yo creo. Aquí vamos a dar voz a todo el mundo, porque estamos abiertos a todas las opiniones, y a todas las posiciones. Vamos a intentar reflexionar sobre lo importante, sobre lo trascendental, sin olvidar que vivimos en el mundo de la información y que hay que trasladarles a ustedes opinión sobre todo lo que pasa. Pero intentaremos hacerlo sin provocar tensiones innecesarias que no llevan a ninguna parte, y sí buscando espacios para el encuentro.
Quiero escuchar a todos, a Podemos, a Ciudadanos, al PP y al PSOE… Quiero abrir estos micrófonos a independentistas y a constitucionalistas y, en la medida de lo posible, intentar que se crucen opiniones y se provoquen acercamientos. Este es, por desgracia, el tiempo de los cotilleos, los escándalos y el enconamiento, todo ello alimentado por las redes sociales… pero no es la mejor manera de mantener vivos y fuertes los cimientos de una democracia. Al contrario, es la mejor manera de destruirlos.