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Les voy a ser sincero: tenía ganas de escuchar a José María Aznar.

Radio Internacional / 18 septiembre, 2018
Editorial de Federico Quevedo

Tenía ganas de saber si era capaz de hacer un mínimo, insisto, un mínimo de autocrítica. Quería escucharle un “lo siento, si en algo me he equivocado espero que la gente sepa perdonarme…”. Pues no. José María Aznar ha sido hoy fiel a sí mismo, un personaje histriónico, chulesco, vacilón y perdonavidas… Una caricatura de aquel líder que en su primera legislatura fue capaz de poner a España en el centro de las miradas del mundo entero, pero que luego en la segunda, con una incuestionable mayoría absoluta a sus espaldas, tiró por la borda todo el bagaje que había conseguido.

Y mentiroso. José María Aznar ha mentido hoy en el Parlamento, y tengo que decirlo. Lo bueno de ser perro viejo en estas lides, de haber sido un periodista que durante años ha venido siguiendo al Partido Popular casi desde aquel día de 1989 en el que Aznar lo refundara, es que he visto muchas cosas, entre otras, al mismo Aznar que hoy negaba haber conocido a Francisco Correa, abrazarse a él en un mitin y charlar con el empresario condenado por corrupción como si acabaran de volver ambos de una noche de copas. Lo he visto con estos ojos, y fue antes de la boda de su hija con Alejandro Agag en El Escorial.

Miren, la comparecencia de hoy de Aznar era muy esperada porque los dirigentes de la oposición confiaban en ponerle entre la espada y la pared, pero el problema es que el ex presidente no se iba a dejar intimidar y obviamente respondería a sus interlocutores con la prepotencia que le caracteriza. Es lógico, no se trata de un tribunal de Justicia, donde el personaje tendría que haber cuidado más las formas, sino de un debate parlamentario en el que a pesar del tiempo pasado el ex presidente sigue sabiéndose mover como pez en el agua, sobre todo frente a las impertinencias de un lenguaraz como Gabriel Rufián.

Pero que sus señorías no fueran capaces de poner en apuros al ex presidente del PP, no significa que Aznar ganara la batalla, porque la batalla la traía perdida de antemano, entre otras cosas porque la justicia ya se ha encargado de determinar lo que él ha negado: que hubiera una caja B del PP. Ese es el problema. Esa es la razón por la que hoy Pablo Casado y su equipo han cometido, probablemente, el mayor error político en el que podía incurrir la nueva dirección del PP:

abrazarse a quien ha sido el responsable político de la corrupción en el Partido Popular, al hombre que siempre miró para otro lado y nunca, nunca, ha sido capaz de reconocer que había corrupción en su partido y que, por supuesto, a él le tocaba pedir perdón por ello.

José María Aznar, el mismo José María Aznar que hoy se jactaba de que seguía siendo un líder querido en el PP y que, incluso, se planteaba volver ahora que ya no está Rajoy, es un lastre para el Partido Popular. Su vuelta implicaría, sin duda, que el PP se marginara como un partido de la derecha más conservadora, seguramente con menos representación política que la que tuvo en su día Manuel Fraga. ¿Ese es el futuro que quiere Pablo Casado para su partido? Pues, si no es así, debería pensárselo dos veces antes de volverse a abrazar al hombre que personifica una de las etapas más tristes y oscuras de su partido.

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