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Hoy podríamos estar hablando de muchas banalidades, pero nos toca hablar de una tragedia

Radio Internacional / 10 octubre, 2018
con Federico Quevedo

Hoy podríamos estar hablando de muchas banalidades, pero nos toca hablar de una tragedia. Podríamos hablar de la sesión de control en el Parlament, de los excesos verbales de algunos diputados independentistas como ese portavoz de ERC que se alegraba de no ser igual que los de Ciudadanos o el Partido Popular, no se si es que él ha nacido en Marte y se considera un extraterrestre… Podríamos hablar de la ministra de Defensa que se sigue sintiendo víctima de un chantaje y que dice que ella no vio que se cometiera ningún delito en aquella famosa comida en la que, sin embargo, ella misma contó cómo había sido testigo presencial de un delito de abuso de menores, que aunque fuera en Cartagena de Indias seguía siendo delito igualmente.

Podríamos hablar de un nuevo ministro, esta vez el de Exteriores, Josep Borrell, a quien también le persiguen las dudas sobre su papel en Abengoa después de que la CNMV le haya multado por el uso de información privilegiada… Podríamos seguir hablando de VOX y de cómo su aparición en la escena política ha radicalizado el discurso del PP…

Podríamos, como digo, seguir hablando de muchas cosas que cualquier otro día tendrían todo el sentido del mundo porque forman parte de nuestro capital político, pero que hoy, a la luz de la tragedia son, como decía, banalidades. Porque hoy no nos queda más remedio que lamentar la muerte de 10 personas y la desaparición de un niño de cinco años, tras la tremenda tromba de agua caída la pasada noche en algunas zonas de Mallorca, llegando a contabilizar más de 230 litros por metro cuadrado en un periodo de tiempo que superaba las cuatro horas. Algo que los expertos dicen que ocurre cada mil años. Mil años son, para nosotros, una eternidad, pero esa eternidad se interrumpió bruscamente la pasada noche y la fuerza de la naturaleza se desplegó con una violencia inusitada, llevándose por delante todo lo que encontraba a su paso.

No podemos lamentarnos porque no es algo que hubiéramos podido evitar.

Pero los creyentes podrán elevar sus oraciones y los no creyentes expresar sus pesares y, sobre todo, unos y otros podemos, sino ayudar porque para eso ya están los expertos de los cuerpos especializados en catástrofes, si al menos intentar que quienes han sufrido la pérdida de sus seres queridos y quienes han sufrido las consecuencias materiales de la fuerza brutal del agua caída torrencialmente, sientan el calor de quienes un día como hoy hemos dejado de ser madrileños, catalanes, vascos, andaluces, gallegos… para ser por un momento mallorquines. Descansen en paz las víctimas de la tragedia y, desde aquí, intentaremos aportar un poco del calor que desprende la luz de nuestro faro.

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