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Hoy, a las cinco y media de la tarde, la cuenta de twitter de Laura Luelmo seguía activa…

Radio Internacional / 18 diciembre, 2018
con Federico Quevedo

Hoy, a las cinco y media de la tarde, la cuenta de twitter de Laura Luelmo seguía activa. Aún así, el último tuit subido por la profesora zamorana era del pasado 8 de marzo, el día en el que cientos de miles de mujeres salieron a la calle en toda España pidiendo algo tan sencillo y, a la vez, tan difícil como no tener miedo. En ese tuit Laura se limitaba a reproducir el cartel de la convocatoria, como único gesto de rabia y dolor ante tanta violencia desplegada hacia la mujer de forma continuada durante tantos años, durante tantos siglos.

Laura ha sido una víctima más de esa violencia, de esa suerte de derecho de pernada con el que algunos hombres, demasiados hombres, identifican su relación con las mujeres. Su asesino es un monstruo, y el problema es que sigue habiendo demasiados monstruos circulando libremente por la calle, demasiados monstruos esperando detrás de cada esquina, escondidos en los portales al acecho de sus víctimas.

Dispuestos a violarlas, a tomar violentamente lo que creen que es suyo fruto de alguna clase de derecho ancestral absolutamente inhumano e irracional. Y a matarlas, porque una vez logrado su objetivo, ¿qué más da una mujer más o menos?

No sabemos todavía cuál ha sido la suerte que corrió Laura Luelmo, más allá de haber confirmado que su muerte fue violenta, que fue asesinada. En los próximos días conoceremos los resultados de la autopsia pero ya estamos hechos a lo peor, a tener constancia de hasta dónde ha llegado la barbarie. Laura ha sido una víctima más de ese prehistórico derecho del hombre a poseer a una mujer incluso contra su voluntad, que sigue configurando en buena medida el código genético de una especie monstruosa de seres humanos masculinos que todavía no han evolucionado como especie.

Queda mucho por avanzar, queda mucho por hacer, no sólo para que las mujeres puedan sentirse seguras por las calles por el hecho de que estén más vigiladas, sino para que realmente esa seguridad provenga de haber conseguido el único objetivo posible: que desaparezcan los monstruos. Que los que existan y estén localizados no puedan nunca acosar y atacar a una mujer porque estén encerrados entre rejas, y que nuestro sistema educativo eduque desde las edades más tempranas en el respeto y la admiración hacia la mujer.

Y, desde luego, el asesinato de Laura Luelmo debería abrirnos los ojos hacia esos discurso de odio al feminismo con el que algunos políticos pretenden obtener el voto de esos hombres, muchos, que se siguen creyendo con derecho de posesión. Va por Laura. Descanse en paz.

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