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Gabriel Rufián es un impresentable. Con todas las letras, sin omitir ninguna.

Radio Internacional / 22 noviembre, 2018
con Federico Quevedo

Gabriel Rufián es un impresentable. Con todas las letras, sin omitir ninguna. Les voy a contar una cosa. Hace unos días mi compañera Paloma Esteban, colaboradora de este programa, subía un comentario en twitter en el que venía a decir que Gabriel Rufián había dejado caer en el Congreso, así, como el que no quiere la cosa, que él sabía de pagos a periodistas. Obviamente, se refería a pagos en negro a cambio de vaya usted a saber qué favores. Yo dije entonces que si Gabriel Rufián conocía casos concretos lo que debía hacer era ponerlos en manos de la Justicia, salvo que no quisiera que la Justicia fuera más allá y aprovechara para investigar algunas prácticas del independentismo en ese mismo sentido.

No tardó mucho en responder Rufián con un tuit dirigido a mi en el que decía que “un país en el que un periodista escribe esto y no pasa nada es un país en el que el último problema es el independentismo”, y añadía extractos de un artículo mío en El Confidencial titulado “Un tal Rufián que hizo honor a su apellido”. Recuerdo aquel artículo, escrito durante el debate de la no investidura de Pedro Sánchez en marzo de 2016. Y recuerdo como aquel Gabriel Rufián nos dejó a todos los que asistíamos a ese debate, estupefactos, por su tono, por su insolencia, por su chulería barriobajera. Fui duro en aquel artículo, lo reconozco, pero eso forma parte del ejercicio de la libertad de expresión, algo que Rufián desconoce si no es para aplicarlo a aquellos periodistas que militan en el independentismo y aledaños.

Aún así, y como soy persona poco dada a las polémicas gratuitas, le ofrecí los micrófonos de este programa para escuchar su versión e intercambiar opiniones, y fui más allá disculpándome si en algo le había ofendido. No obtuve respuesta. Lo imaginaba. Lo único que interesa a Gabriel Rufián es generar polémica, provocar… No está cómodo si de lo que se trata es de hablar y de intentar llegar a acuerdos. No es su terreno. Su terreno es el insulto y, como decía, la provocación. Lo viene haciendo desde entonces, pero ayer, sin duda, cruzó sus propios límites y hasta a su compañero de filas, el portavoz de ERC, Joan Tardá, estaba visiblemente molesto con todo lo ocurrido.

Escribía yo entonces esto sobre este hijo de emigrantes andaluces en

Cataluña: “El converso es una máquina perfecta de propaganda: si Goebbels hubiese a tenido Twitter al alcance de su mano, habría reclutado a cien mil rufianes para coparlo con sus mentiras”. Rufián cumple a la perfección con su papel, que no es otro que el de estar ahí para hacernos hervir la sangre mientras él mantiene una aparente tranquilidad cimentada en su crédula superioridad moral. Y siempre consigue lo que pretende, que no es otra cosa que inflar los cojones de los diputados que le escuchan y sacar de sus casillas a la presidenta Ana Pastor.

“Rufián, hijo de inmigrantes andaluces, nieto de inmigrantes andaluces, nacido en Cataluña bajo el amparo de un régimen democrático que ha velado por su subsistencia y al que ahora él repudia manipulado por un odio que no es el suyo, no es más que la máxima expresión de nuestro fracaso. Sí, de nuestro fracaso, de nuestro acomplejamiento, de nuestra cesión a cambio de la lealtad nacionalista a unas reglas del juego que ellos han violentado desde el día siguiente a haber aprobado la Constitución del 78”. Esto lo escribí en marzo de 2016, y sigue siendo válido hoy. Que Rufián nos sirva de lección.

Foto Fuente: El Plural

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