Es necesario volver a abrir un debate sobre la reinserción, y lo es
estando aún caliente el cuerpo sin vida de Laura Luelmo, precisamente por eso. Lo es porque esperar a que se enfrÃe la lógica indignación por este nuevo crimen execrable contra una mujer, llevarÃa a dar largas a un debate necesario. Y no nos lo podemos permitir.
Ayer, en la tertulia del programa, se puso sobre la mesa la aparente contradicción entre la pena de prisión permanente revisable y el hecho de que nuestro sistema judicial, tal y como reconoce la Constitución Española, tiene un objetivo de reinserción del reo. PodrÃamos haber tenido un sistema judicial sencillamente sancionador, pero en su momento apostamos por un modelo mucho más humano: el de la reinserción.
Y no se trata de dar marcha atrás, ni de revocar aquel acuerdo para hacer lo que, en el fondo, es un sistema judicial más justo y equilibrado. Pero hechos como el ocurrido estos últimos dÃas, la agresión sexual y el posterior asesinato de Laura Luelmo, vuelven a poner sobre la mesa el alcance de ese sistema y cuáles deben ser sus lÃmites. El asesino confeso de Laura Luelmo ya cometió otro crimen semejante por el que pagó con prisión, y hace dos meses acababa de salir de la cárcel por un delito de robo con violencia. Luego era un reincidente. Por lo que sabemos, acosó a la joven profesora, la engañó para llevarla a un callejón oscuro y allà violarla. Lo intentó, según su confesión, y la autopsia ha confirmado que hubo agresión sexual.
Y nos encontramos ante un escenario que se repite una y otra vez: un monstruo, como bien les decÃa ayer, que acosa a una mujer para conseguir de ella por la fuerza lo que nunca tendrÃa por consentimiento. Ese monstruo, y es aquà donde debemos centrar el debate, nunca deberÃa haber salido de la cárcel. Hay monstruos que no están dispuestos a reinsertarse. Son psicópatas cuya maldad intrÃnseca hace imposible que puedan aportar nada bueno a la sociedad. Y la sociedad debe apartarlos. Debe alejarlos. Debe encerrarlos.
Eso no significa que haya que renunciar a la reinserción, pero debemos aceptar que hay determinados delincuentes que sà renuncian a ella, y nuestra responsabilidad es actuar en consecuencia. Bernardo Montoya intentó violar a otra mujer durante un permiso carcelario. Todo su historial delictivo lo define como ese monstruo con el que uno -y mucho menos una- nunca querrÃa cruzarse en su camino. Habrá que corregir las lagunas del Código Penal que permiten que un monstruo asà pueda estar en la calle. Nos guste, o no nos guste. Pero por ellas, por las mujeres a las que otros monstruos como Montoya tienen en su punto de mira, es por lo que deberÃamos legislar en caliente y con el acuerdo de todos.