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El PP de Pablo Casado debería aparecer limpio y transparente ante la opinión pública…

Radio Internacional / 6 noviembre, 2018
con Federico Quevedo

El PP de Pablo Casado debería aparecer limpio y transparente ante la opinión pública. Es una condición imprescindible a la vista de la acumulación de casos de corrupción que han salpicado la vida de ese partido en los últimos años y que han contribuido a ensanchar la enorme brecha de desafección que el PP tiene con sus votantes. El futuro de Pablo Casado pasa, necesariamente, por trasladar a la ciudadanía la imagen de un partido renovado y, sobre todo, regenerado, que rompa definitivamente con un pasado marcado por la corrupción que se ha extendido como una metástasis por todo el cuerpo político del Partido Popular.

No es fácil. Romper con ese pasado implica, necesariamente, enviar a sus casas a muchos dirigentes del partido que todavía representan una época anterior a la del actual líder del PP, y no sólo en Madrid, sino también en buena parte de las organizaciones territoriales. Y eso, sin duda, va a generar muchas tensiones y, sobre todo, va a hacer que Pablo Casado atesores muchos odios internos. Pero es la única forma de que el Partido Popular pueda presentarse a unas elecciones con opciones, no ya de ganarlas, sino al menos de obtener un resultado lo suficientemente digno que le permita seguir siendo una alternativa seria a un futuro gobierno de izquierdas.

¿Qué significa todo esto? ¿Porqué hago esta introducción? Pues porque aunque he dicho en muchas ocasiones desde que salieran las primeras grabaciones del ex comisario Villarejo a la ministra Dolores Delgado, que no estaba dispuesto a hacerme eco de lo que considero un chantaje claro y evidente al Estado con el único fin de burlar la prisión preventiva en la que se encuentra, es evidente que al final la presión mediática hace imposible burlar algo como lo que hemos estado conociendo estos días. Y sí al final resulta cierto, y ella no lo ha negado, que María Dolores de Cospedal encargó a Villarejo el espionaje de un compañero de su partido, Javier Arenas, y del hermano del entonces líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, la noticia es lo bastante grave como para que la ex secretaria general del PP abandone, no solo su puesto en los órganos de dirección del PP, sino también su escaño en el Congreso de los Diputados.

La corrupción no es sólo una forma de enriquecimiento personal o de financiación política, es también una forma de comportamiento que ha invadido durante mucho tiempo las estructuras de los partidos hasta el extremo de que por las mesas de las redacciones circulaban los dossieres encargados al efecto por unos y por otros. Y ese es un comportamiento muy poco ético, además de delictivo. Casado debe romper definitivamente con un pasado que parece que no le va a traer otra cosa que no sean problemas. Ha conseguido que Cospedal renuncie a sus cargos en el Comité Ejecutivo, pero debería pedirle que deje el escaño.

Es evidente que la ex secretaria general del PP está siendo víctima del mismo chantaje con el que se quiso torcer el gesto de Dolores Delgado, pero que ahora sea la víctima no esconde el hecho de que en su momento fueran otros las víctimas de una acción impropia de alguien como ella. En política, hay que saber elegir el momento de irse, y este es el suyo.

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