Dicen que de Madrid al cielo, y probablemente no haya una verdad más grande que esa. Miren, yo hoy podrÃa estar hablando del Brexit, del ultimátum del Gobierno de Sánchez que podrÃa boicotear la reunión de este domingo en Bruselas, con el apoyo además de las principales fuerzas polÃticas, algo bastante extraño de ver últimamente. O de cualquiera de los muchos temas que se han quedado en el tintero esta semana. Pero, si les digo la verdad, hoy no tengo ganas de aburrirles con asuntos que, francamente, no nos afectan mucho en nuestro dÃa a dÃa aunque no por eso dejan de ser importantes.
Hay algo que, sin embargo, a todos los que vivimos en Madrid o en su extrarradio, sà que nos afecta, porque afecta a nuestra calidad de vida. No he visto todavÃa la nueva Gran VÃa, no la he visto en vivo y en directo, quiero decir, pero he visto vÃdeos y fotos suficientes como para hacerme una idea bastante aproximada sobre el resultado final. Y tengo que decirles que hoy, en este dÃa en el que por fin se han acabado las obras de esa arteria fundamental para los madrileños, nuestra ciudad es un poco más bonita, un poco más amable, un poco más sostenible, un poco más europea, un poco más accesible, un poco más cómoda, un poco más cariñosa, un poco más apetecible…
Un poco más hecha para que nos sintamos orgullosos de vivir o de trabajar en ella. Durante meses nos hemos quejado de las obras en la Gran VÃa, pero como dijo aquà Rita Maestre el dÃa que la entrevistamos, en el momento en el que se levantara el telón y descubriéramos lo que habÃa detrás, nos Ãbamos a quedar con la boca abierta. Y asà ha sido. Verán, yo se que hay mucho debate entorno a todo esto, pero al final vivir en una ciudad como esta exige un esfuerzo por parte de todos para conseguir un entorno mucho más amable, en el que no nos sintamos oprimidos por la voracidad del tráfico, y podamos movernos con la sensación de que la ciudad es nuestra, y no de los que ruedan por el asfalto.
Queda mucho todavÃa para conseguir eliminar todos los inconvenientes de una gran ciudad, y seguramente no se consiga nunca superarlos del todo, pero desde hoy Madrid es un poco más una ciudad de personas, y le entran a uno más ganas de pasear cogido de la mano, de sentarse en un banco y darse un beso, de quedarse embobado mirando un escaparate, de cruzar una mirada con esa chica, o ese chico, que se ha quedado embobado también al lado tuyo… De querernos, en definitiva, de ser mejores personas. Algo que se nos habÃa olvidado entre tanto estrés y tanta aglomeración. Enhorabuena a quienes, pese a todas las crÃticas, han tirado hacia adelante, porque hoy podemos decir que sÃ, que de Madrid, al cielo.