Bloomberg, reveló que según fuentes cercanas a autoridades, el secretario del tesoro de Washington, Steven Mnuchin, y el viceprimer ministro chino, Liu He, están sosteniendo conversaciones privadas sobre el reinicio de las negociaciones económicas y comerciales, y también existe la posibilidad de que Estados Unidos ponga aranceles de represalia desde el 1 de agosto sobre productos exportados de China con un valor de 16 mil millones de dólares. Además, Bloomberg, también citó que la Casa Blanca está considerando imponer un aranceles de represalia con una tasa del 25% para un volumen de 200 mil millones de dólares de exportaciones chinas, más alto que lo anunciado anteriormente, que fue del 10%.
La potencia norteamericana está jugando un truco: por una parte, levanta el palo del arancel y por otra parte, revela la información de negociaciones con la parte China. Es natural que ellos nunca tengan la honestidad para resolver el problema, sino que intenten seguir su camino anterior: obtener más intereses. No es la primera vez, y China ya sabe de estos engaños y mentiras de Washington. Se puede decir con responsabilidad que, sea cualquiera de estas acciones unilaterales, sea cualquier tasa de arancel de represalia, China está dispuesta para reaccionar con firmeza y de la misma intensidad y cantidad.
Al repasar los cambios ocurridos desde el 6 de julio, el primer disparo de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la Casa Blanca nunca ha dejado sus trucos: por una parte, promover las negociaciones y por otra parte, seguir perjudicando a otros países. Es mundialmente conocido que detrás de estas acciones, se observan tres intenciones:
La primera, la guerra comercial contra China, que no ha logrado resultados como lo esperado, por eso la autoridad de Trump intenta aplicar más impresión contra Beijing con medidas más extremistas.
Desde los 50 mil millones hasta los 200 mil millones de dólares, e incluso todos los productos exportados de China hacia EE.UU., en los últimos cuatro meses, la autoridad de Trump, está imponiendo medidas con mayor intensidad para obligar a China a concesionar. No obstante, este “arte del negocio” de la Casa Blanca no sirve para los chinos, porque a diferencia de cualquier otro socio comercial de Washington, China cuenta con su propio ritmo de desarrollo y características de sus recursos. China insiste en el libre comercio y el mecanismo multilateral, los cuáles son la tendencia del desarrollo mundial, es la razón universal y ganan apoyo de la gente. Pese a las medidas, ya sean duras o suaves, sean engaños o amenazas, EE.UU. nunca ha ganado ni un centavo de China. Al revés, las reacciones firmes de Beijing enfadan a las autoridades de la Casa Blanca. Wilbur Ross, secretario de comercio de EE.UU., afirmó recientemente que su país debe tomar acciones extremistas contra el “comercio desequilibrado” de China, y “ya es momento de hacerlas.”
Según lo planeado, la Oficina del Representante de Comercio de EE.UU. organizará una audiencia sobre la imposición de aranceles para productos exportados de China, con un valor de 200 mil millones de dólares a finales de agosto y antes de la reunión, Washington ya empieza a expresar su intención de elevar la tasa de aranceles, y esto se puede interpretar como un intento de implicar mayor presión extrema contra China.
La segunda, la autoridad de Trump intenta aliviar la presión interna en contra de la guerra comercial. Vemos que en un discurso realizado el 31 de julio en Florida, el presidente norteamericano, concedió una larga explicación sobre su política de comercio, reconociendo que el interés de los campesinos americanos estaba experimentando pérdidas debido a los aranceles de represalia. Sin duda, Trump, también siente una presión política debido a su dura acción contra China.
Bajo la sombra de la guerra comercial y los aranceles, las empresas internacionales de Estados Unidos, están sufriendo cada día mayor presión. Por ejemplo, la corporación GE sufrirá un aumento de 300 hasta 400 millones de dólares de sus costes en el futuro, y GM Motor, Ford, y otras empresas automovilísticas también han bajado su beneficio anual. Economistas alertan que finalmente, todos los costes de la guerra comercial dañarán el interés de los consumidores. Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de economía y profesor de la Universidad de Columbia de Estados Unidos, publicó un artículo titulado: EE.UU. está en riesgo de perder la Guerra Comercial con China. Charles Koch, uno de los mayores patrocinadores del partido republicano, también indicó recientemente que la guerra comercial, incitada por Estados Unidos, causaría una recesión económica en el país norteamericano y él apoya con una campaña de libre comercio en contra de los aranceles. Es un golpe fuerte contra Trump.
Frente a las presiones económicas y políticas, la Casa Blanca, opta por anunciar la noticia de los contactos entre Washington y Beijing, para reactivar su mercado bursátil y elevar la confianza de las empresas, pero también es una muestra de su intención maliciosa de transferir las contradicciones internas a China, porque tiene el palo del arancel de represalia en la mano.
La tercera, la meta de la autoridad de Trump no es resolver el déficit comercial con China, sino cambiar el camino de desarrollo del país asiático.
Ambas partes, efectivamente, tenían la oportunidad de equilibrar el comercio bilateral en mayo, porque en aquel momento, representantes de los dos países llegaron a consensos para esta demanda. No obstante, dentro de diez días, no satisfecho por ese resultado, Estados Unidos traicionó a los consensos y aplicó otra vez aranceles de represalia contra China como amenaza. A través de eso, es mundialmente conocida la intención de EE.UU.: no es para resolver el déficit comercial, sino para obligar a China a tomar “la reforma estructural”, según la demanda de la Casa Blanca, para cambiar sustancialmente el modelo y camino de desarrollo de China.
Cada país soberano disfruta del derecho de seleccionar por sí mismo el camino de desarrollo. La guerra comercial, incitada por Estados Unidos, no puede cambiar la estrategia de China para su desarrollo. No obstante, como nadie sobrevive a la guerra comercial, China, en un principio, toma la actitud de “no querer la guerra, no incitar a la guerra”, y siempre toma la mayor honestidad y con mayor esfuerzo para resolver las disputas a través de negociaciones. Sin embargo, todas las negociaciones deben realizarse sobre la base del equilibro, del respeto mutuo y de la confianza. El arte de las negociaciones de la Casa Blanca, con amenazas, terror, presión, sólo sirve para dañar el ambiente de negociación. Estas medidas no ganarán la confianza ni el respeto de China.
China no quiere la guerra comercial, pero tampoco está asustada por la guerra. Si la guerra llega a la puerta, también usará armas para protegerse.
La única medida para resolver el problema, es que Estados Unidos deje a un lado su arma y participe en las negociaciones con honestidad y con respeto.
Fuente: CRI