Ayer nos conmocionaba la noticia de un padre que habÃa asesinado a cuchilladas a sus dos hijas de dos y seis años. Yo tengo hijos pequeños, les miro a los ojos y no soy capaz de comprender cómo nadie puede cometer un crimen tan execrable, tan brutal. Supongo que ustedes, como me ha pasado a mi, no habrán podido evitar imaginarse la escena, porque es humano hacerlo, y les habrá inundado una sensación de dolor y de horror insostenibles.
Pues bien, hoy hemos sabido que el juez que llevaba el caso de la violencia de género de ese padre hacia la madre de esas niñas, no quiso decretar el alejamiento del progenitor hacia las mismas porque no consideró que existiera riesgo alguno a pesar de los indicios y las advertencias en ese sentido. No me quiero poner hoy en la piel de ese magistrado, porque imagino que no estará pasando el mejor de sus dÃas, aunque por desgracia hay jueces que son capaces de mirar hacia otro lado y simplemente responsabilizar a las leyes de sus decisiones, olvidando que aún existiendo la ley, todo juez tiene un margen para la interpretación personal de los hechos.
Pero precisamente porque eso es asÃ, es por lo que no puede pasar un dÃa más sin que la Ley de Violencia de Género introduzca un cambio que considero fundamental: el alejamiento del hombre que acosa con violencia -psÃquica o fÃsica- a una mujer, no debe decretarse sólo hacia su pareja, sino también hacia los hijos de la misma si existieran. Se que esto puede parecer injusto, y que habrá casos en que lo sea, sobre todo cuando se trate de denuncias falsas producto, muchas veces, de procesos irreconciliables de separación. Habrá que endurecer, probablemente, las penas por esas denuncias falsas, pero es preferible una injusticia a seguir sumando crÃmenes tan brutales como el conocido ayer, o como los otros 25 niños que han sido asesinados por sus progenitores como consecuencia del odio hacia sus parejas y con el único afán de hacerles aún más daño que el acumulado hasta ese momento.
Nadie que no tenga hijos puede llegar a comprender el inmenso y terrible dolor que provoca la pérdida de uno de ellos, y si la muerte accidental es dolorosa, la muerte provocada, y más si es provocada con esa intención, puede llevar a la locura. Lo siento, se que seguramente habrá muchos hombres que no quieran escuchar esto, pero si hay algo que ha demostrado la violencia machista es que no tiene lÃmites a la hora de hacer daño, aunque ese objetivo de hacer daño implique a los propios hijos.
Hasta ahora la ley de violencia de género se centraba en la mujer, lógicamente, pero obviaba a los hijos de ésta, sin tener en cuenta que los hijos forman parte esencial de la vida de una madre, son un pedazo de ella misma y por eso el hombre que ejerce la violencia sobre la mujer la extiende también hacia los hijos, porque ve en ellos a la pareja a la que odia. No puede haber excusas, ni contemplaciones, por muy injusto que parezca esto. La reforma de la ley, que ya acepta el hecho de que la violencia de género se desata también sobre los hijos, debe ser mucho más contundente: el alejamiento tiene que ser obligado en cuanto se produzca la denuncia, porque lo contrario implica poner a los hijos en una situación de peligro innecesaria. La experiencia dice que la violencia machista no conoce lÃmites… Pues bien, vamos a ponérselos.