Agárrense que vienen curvas, podría titularse este comentario… Pedro Sánchez, todavía hoy presidente del Gobierno y a quien hemos podido ver casi de milagro porque no estaba fuera de viaje, se preparó a conciencia un discurso ante el Pleno del Congreso en el que quería dejar clara su equidistancia tanto del independentismo como de eso que él llama “las derechas”, en referencia a PP y Ciudadanos pero dejando caer que bajo ese epígrafe incluye también a VOX pese a no tener por ahora representación parlamentaria.
La estrategia es clara: Sánchez quiere aparecer como la encarnación del centro político frente a un independentismo que se ha echado a la calle y no parece dispuesto a hacer ningún gesto que le permita a Sánchez salvar el consenso de la moción de censura, y frente a una oposición a la que pretende visualizar de la mano del partido de ultraderecha. Un equilibrio casi imposible, sobre todo si lo que pretende el presidente del Gobierno, como parece, es agotar la legislatura y, al mismo tiempo, distanciarse lo más posible de unos y de otros.
Es evidente que el líder del PSOE ha entendido el mensaje que le han pasado las urnas en Andalucía: ir del brazo de los nacionalistas tiene un coste, sobre todo cuando éstos no dan ninguna muestra de arrepentimiento que le permita al presidente del Gobierno vender como ‘buena’ su estrategia de distensión. Tras la debacle andaluza, son muchos los dirigentes socialistas que le han visto las orejas al lobo y que temen que esa fase de compadreo con el independentismo les pase una factura igual o similar a la que las urnas le han pasado a Susana Díaz.
Así que hoy Pedro Sánchez ha sacado a pasear las amenazas, pero sin pasarse. O sea, ni tanto, ni tan calvo. No piensa pasarle ni una a Quim Torra, pero tampoco les va a dar a PP y Ciudadanos la satisfacción de aprobar un nuevo 155. ¿Podrá mantener esa posición equidistante mucho tiempo, tanto como llevar el final de la legislatura lo más cerca posible de 2020? Pues parece harto difícil, a la vista de cómo están las cosas, con un presidente de la Generalitat decidido a elevar la tensión de la mano de los rufianes de turno y de los sectores más duros del independentismo, incluso contra la opinión de aquellos de los suyos partidarios de rebajar la tensión y aprobar los Presupuestos para darle oxígeno a Sánchez y evitar unas elecciones que lleven al poder a PP y Ciudadanos con los votos favorables de VOX.
Sin embargo, Sánchez está rodeado de incendiarios, incendiarios en la oposición dispuestos a llevar la tensión con Cataluña hasta el extremo, e incendiarios en el independentismo que ven en un Gobierno de la derecha la oportunidad de volver a situar el ‘process’ en primera línea aunque sea a base de resucitar la kale borroka. Con ese escenario, lo mejor que podría hacer Sánchez es convocar elecciones… O no, que diría Rajoy.